Te tumbas dejando colgar la cabeza por los pies de la cama, los brazos la acompañan y ahora las yemas de tus dedos rozan el suelo. Notas como sube la sangre, y poco a poco sientes como los latidos son más intensos en tus sienes que en el pecho.
Demasiado tarde quizás, pero a veces mantener los pies sobre la tierra no es más que una cuestión de equilibrio.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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