lunes, 22 de junio de 2009

No está hecha la miel para la boca del asno


Era una mañana cálida, brillante, resplandeciente. La primavera comenzaba a hacerse notar en los árboles que adornaban el largo paseo de la ciudad. Ella, decidida y con paso firme abrió la pequeña puerta del estudio, un mostrador y cientos de lienzos fue todo lo que encontró al atravesarla. Se adentró en el local buscando a su dueño.

- ¿Hay alguien?- Preguntó con indiferencia como si aquello no le importase en absoluto. Entretenida husmeaba entre bocetos y pinturas cuando de repente como surgido de la nada, apareció un joven tras su espalda.

- ¿Me busca a mí?- Preguntó el joven con cierto rin tintín.

- Eso depende, ¿es usted el artista?

- Si por artista se refiere al autor de lo que está viendo, sí, soy artista pues.

- Encantada, soy Carla, su futura cliente.

- ¿Y en qué tengo el placer de servirla?

- En dos semanas cumpliré la veintena.

- ¡Enhorabuena! pero siento comunicarle que aquí no se fabrican tartas.

- Si quisiera una tarta habría acudido a un pastelero ¿no cree?

- Dígame entonces lo que desea.

- Me gustaría inmortalizarme, que mi juventud quede petrificada en una obra de arte.

- Estaré encantado de pintarle un retrato...¿prefiere exteriores o interiores?

- No tan deprisa, no es una pintura lo que he venido buscando, quiero algo más.....sofisticado.

- ¿Algo más sofisticado que un lienzo?

- Los retratos no son fieles a la realidad, y en ningún momento estoy juzgando su obra, simplemente quiero algo más personal, y ha llegado hasta mis oídos su destreza con la pluma. Quiero que escriba sobre mí.

- No la conozco, no me gusta escribir sobre los asuntos que desconozco.

- Es usted artista, míreme, inspírese y escriba.

- Deje de tratarme de usted, yo aún no he cumplido los diecinueve.

- Eres muy joven, pero me fio de ti, ¿para cuándo estará listo mi encargo?

- Si quiere un buen trabajo primero he de inspirarme y como bien ha dicho he de mirarla.

Se quedó inmóvil en medio de la habitación mientras el joven artista lentamente daba vueltas a su alrededor.

- No, no funciona, desnúdese.

- ¿Qué?

- Necesito más información, su abrigo caro y su vestido recatado son poco inspiradores.

- De acuerdo.- Dijo un tanto insegura, la visita al artista estaba tornando en algo un tanto extraño, pero la mezcla de misterio e incertidumbre hacía aquel lugar mucho más interesante de lo que le parecía cuando entró. Comenzó a desvestirse bajo la atenta mirada del joven.

- Tienes unos hombros preciosos, y una espalda perfecta, tu cuerpo es bastante armonioso...interesante, tus facciones son dulces, son atractivos hasta los mechones de pelo que recorren tu cuello.

Atraída por las alabanzas del artista, se desnudaba al son de sus halagos.


- Piel clara y lunares estratégicos, una mujer como tú sólo puede ser obra de una divinidad o del mismísimo Lucifer.

- Has pasado a tutearme.

- Teniendo en cuenta que estás desnuda sobre el suelo de mi taller, yo diría que tengo la suficiente confianza como para hacerlo.

- ¿Y sólo vas a utilizar esa confianza para tutearme?

- Para mucho más. No te muevas, enseguida vengo.

Volvió con un tintero y una pluma, de nuevo la observó y dio paso al comienzo de la obra. Apartó los mechones que caían sobre el cuello y empezó a deslizar su pluma, inspirado por la belleza del cuerpo desnudo de su cliente, avanzaba recorriendo su garganta, las palabras lucían bien en su torso. Cada recoveco, cada lunar, incitaba al artista a seguir escribiendo sobre el lienzo más delicado que jamás había utilizado. Ella sentía fluir la tinta por su cuerpo, notaba el entusiasmo del artista en la presión que ejercía con la pluma sobre su piel. Cuando entretenido escribía sobre su hombro izquierdo, ella quiso incorporarse para besarlo, él la detuvo tapándole la boca.

- No confundas, en este instante eres mi musa, no mi amante.

Disgustada por la reacción del artista separó la pluma de su cuerpo.

- ¿Qué haces?- preguntó el joven sin entender el por qué de su actuación.

- ¿Pretendes desnudarme, alabarme, recorrer con tu pluma mi cuerpo y acto seguido decirme que soy tu "musa"? Además, ¿quién va a leer esto?

- Cuando te vuelvas a vestir la tinta se emborronará y las palabras serán ilegibles, así que a no ser que salgas desnuda de mi taller...pocas personas van a poder disfrutar de la obra.

- ¿Entonces para qué has perdido el tiempo escribiendo?, no tiene sentido escribir lo que nadie va a leer, dime entonces qué es lo que ha pasado aquí.

- Joven ingenua éste no ha sido más que el argumento de su libro.

- ¿Vuelves a tratarme de usted?

- Se ha vuelto a poner el abrigo, pensé que la ropa marcaba el límite.

La joven dirigió una mirada asesina al artista mientras se calzaba las botas e intentando cubrir los borrones de tinta de sus manos salió del taller, no sin destrozar antes uno de los lienzos que se encontraba más cercano a la puerta.

- ¡Loca! - Gritó el artista mientras corría al auxilio del cuadro.

- ¡Farsante! - Se escuchó ya desde el otro lado de la calle.

El joven se agachó a recoger los trozos de lo que parecía haber sido en algún momento un bonito bodegón. Una sonrisa de dibujó en sus labios.

- Me ha costado un cuadro, pero al menos espero no tener que volver a tratar con señoritas de clase alta que poco saben lo que es el arte.