La claridad atravesó sus parpados y cedió, con los ojos entornados abrió la puerta de su habitación. Ahora el pasillo no era más que un montón de vías por las que corrían trenes a alta velocidad en todas direcciones. Aterrado por el abismo volvió a atrincherarse en el cuarto. Tembloroso por el panorama se sentó en la cama, el suelo estaba frio y un pequeño rayo de luz lo inundaba todo. Quiso saber de dónde procedía y subió la ventana, aquello era nuevo, tenue brisa acompañada de una sensación cálida. Abrió las cortinas y armado con una cierta valentía suicida sintió el deseo de volver a abrir la puerta. Esta vez al otro lado sólo encontró un pasillo, ni rastro de las vías, podía salir tranquilo de su escondite, estaba en casa.
lunes, 20 de octubre de 2008
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