viernes, 16 de mayo de 2008

Mi canción


"She loves you YEAH YEAH YEAH, she loves you YEAH YEAH YEAH!" La melodía se repetía una y otra vez, la aguja mal triplada del tocadiscos parecía haber escogido como favorita esa única frase. No era mi parte preferida de la canción ni mucho menos pero para mí, era bastante preferible a la melodía constituida a base de compases 2/4 llenos de corcheas y semicorcheas chirriantes, cargadas de ira y de furia; que en ese momento estaba teniendo lugar en la cocina de mi casa.

Pude distinguir por los tonos que la directora de orquesta en este caso era mi madre, mientras que mi padre se limitaba a seguir la partitura con tan solo algún que otro cambio de nota característico del músico que quiere advertir de su presencia en el concierto.

Desde luego, no era la primera vez que tenía ante mí la posibilidad de poder deleitarme con sus maravillosas composiciones. Sin embargo una vez más, prefería quedarme relegada en el patio de butacas más alejado del escenario principal.

Como en toda gran obra, siempre existe un intervalo de silencio. Yo lo confundí con el final del concierto y salí de mi habitación. El sonido de mis pies descalzos por el pasillo se convirtió en la batuta que reanudó la melodía.

No era mi intención, no lo pretendía, pero fue entonces cuando descubrí que esta sinfonía llevaba mi nombre por título.

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